martes, 14 de junio de 2016

Martín salió


Martín salió al encuentro de caminos zigzagueantes, sin pensar en las palomas irisadas.
Se perdió por unas calles erróneas con la mente distraída en descubrir el nombre encerrado en la geografía de esos pasadizos coloniales  con culebras (siete, las contó por las dudas) incrustadas en las paredes.
Calles, pensó, calles torcidas, zetas, eses, alguna hache. La doble ve que no encontraba aunque iba y volvía de la piedra a la casa, de la casa a la piedra.
Piedras, pensó, pentagonales, cuadradas, eneagonales, disímiles. Once, como los dedos de mis manos, pensó, uno de más, casi un engendro.
En el bolsillo estaba guardada la llave de la puerta roja, la que no se abría por las dudas.
Para algo Dios me dio una mano con seis dedos, pensó, pero despensó, porque recordó que era ateo; entonces  desanduvo una S, una Z, alguna H, contó las culebras y llegó a la casa.
Metió la llave en la cerradura de la puerta roja.
Palomas, pensó, aquí hay palomas.
Palomas muertas, secas, reventadas de un tiro, azulejos rotos, una silla con trapos atados, y una vuelta al olvido ya azul, ya violeta, ya verde, como las tapas de las decenas de libros tirados por el piso.
Un frenesí de huesos, una historia escondida que ya es secreto a voces, una cierta memoria, el relincho rebelde (casi un grito) de los caballos que no querían, no querían.
Palomas, sí, y una llave, y la casa y los nombres.

A Ada Victoria Porta, detenida-desaparecida por la sangrienta dictadura cívico-religiosa-militar de 1976.


martes, 7 de junio de 2016

Estafa





































Los viernes almorzamos, cenamos, caminamos, jugamos al go, al ajedrez, a que no nos gustamos o también a que el otro nos resulta indiferente.
A veces el cielo se encapota y una esfera transparente nos acompaña en el ir y venir de una casa a la otra, y en esos días es peor, porque jugamos a que sí, a que lo sé, a medir la espina dorsal de la distancia.
Posiblemente en otros días vanos y ñañosos el agua se evapore más rápido de lo debido y aparezca el cuento del no, te dije que no.
También solemos reírnos como locos de la ironía atroz con la que creemos preservar nuestro pasado y cortamos las frases con un cuchillo cínico de frío, y las volvemos de costado y la tarde es como una cinta de Moebius que cambia constantemente de textura, de color y de sentido.
No, oxímoron no. Más bien una reja negra y un reloj de sol en la plaza a la que nunca iremos juntos.
 Y una alegría tenue y necesaria, sonrisa porque sí, banderas rojas.
(No sé por qué quedo tan rota los viernes; como sin fuego en las manos; y sin silencios.
Como si fueran a romperse solos los mendrugos de pan que me guarda en los bolsillos por si acaso, por si no vuelvo, por si la luz se le escapa)

Arte: Octavio Alberto Joaquín Tapia Retablo. 1987. (Pintura de pequeño formato)